28/05/1925. Inauguración de la Exposición de artistas ibéricos, en el Palacio de Exposiciones del Retiro
Monumento a Santiago Ramón y Cajal
Victorio Macho 1926
el relieve Fuente de la Vida fue expuesto en la Exposición de Artistas Ibéricos, en el año 1925
http://hemeroteca.abc.es/nav/Navigate.exe/hemeroteca/madrid/abc/1925/06/21/012.html
En
España, alrededor de los años veinte del siglo XX, comienza a experimentarse
una renovación artística cuyo punto de partida será la Exposición de Artistas
Ibéricos (1925). Antes, otros creadores de la primera vanguardia española se hacen eco de regeneradores movimientos artísticos europeos –a
través del Cubismo, Simbolismo o Surrealismo–, aunque no llegan sino a
perfilarse de manera muy embrionaria. Estos
cambios se producen, principalmente, entre autores jóvenes: unos, caminarán
bajo la tendencia neocubista; otros, juegan con una plástica presurrealista y,
algunos otros, cultivan una “pintura poética”. Todos ellos conforman un
conjunto que desarrolla la mayor parte de su actividad durante los años previos
a la Guerra Civil. Exposiciones colectivas e individuales son el síntoma del
cambio que está produciéndose y que se generaliza entre ellos, una vez que han
conectado con diversos intelectuales –poetas, novelistas, ensayistas–, que comienzan a defender sus posturas creativas en numerosas revistas
de corta vida y escasa proyección.
En la mencionada exposición
participan pintores como Aurelio Arteta, Luis Begaria, Luis Berdejo, José
Benito Bikandi, Francisco Bores, Benjamín Palencia, Pancho Cossío o Hernando
Viñes. En el panorama escultórico despuntan jóvenes con una forma nueva de
entender el volumen escultórico, Emiliano
Barral, Quintín de la Torre, Juan Adsuara –quien al principio se apega a
la talla y la imaginería religiosa evolucionando hacía un tratamiento más
orgánico de los volúmenes, consciente de que la anécdota debe pasar a un
segundo plano–, Alberto Sánchez –participa con nueve esculturas y varios
dibujos que le servirán para darse a conocer como artista de vanguardia,
Victorio Macho– forma parte de un
conjunto de escultores que propugnan una renovación de la escultura frente al
academicismo imperante en el gusto de la época, Mateo Hernández –opta por la simplificación de los motivos, la
rotundidad del volumen, la articulación de los diversos componentes–, Luis
Marco Pérez… etc. La muestra sería clave para el desarrollo de la
vanguardia en España. Puso de manifiesto la necesidad de innovación y
modernidad del arte español.
A partir de este momento se producirá una
diáspora de estos artistas de vanguardia.
Optan por viajar a Francia en busca de nuevos lenguajes; algunos de ellos
pasarán a formar parte de la denominada Escuela de París. Ahí se incluyen
diversos vanguardistas españoles que trabajan estos nuevos lenguajes de cambio.
Otro grupo de autores permanece en España y
protagoniza –entre 1925 y 1931–, las vanguardias plásticas y literarias y
camina por unos posicionamientos neo-casticistas. Los ejemplos más
sobresalientes son Alberto Sánchez, Maruja Mallo –pinta escenas populares–, el
propio Benjamín Palencia, Ramón Gaya y Moreno Villa, por no hablar del cada vez
más extendido desarrollo de los diversos realismos regionalistas no académicos. Así, la escultura
se moverá entre la tradición y la renovación. Son complejas las cuestiones que
plantea la escultura peninsular en el entorno de 1920 a 1930. Una serie de
escultores, entre quienes destacan Ángel Ferrant y Alberto Sánchez, se inscribe
con claridad en el ámbito de la renovación e incluso del vanguardismo.
Escultores como Francisco Asory, Xosé Eiroa Barral,
Sebastián Miranda o Quitín de la Torre… continúan sumidos, intentando superar
los límites de un regionalismo “anecdótico” en una visión muchas veces
esencialista de Castilla, de España. Son herederos del debate suscitado por la
Generación del 98, con alguno de cuyos
miembros mantienen estrechos lazos cómplices. Asumiendo la iconografía de
Zuloaga, se debatirán entre el realismo tradicional y la renovación del
lenguaje escultórico.
Un tercer grupo se mueve con límites mucho menos
precisos; son renovadores y tradicionales a un tiempo, indecisos entre el
abandono de unas formas ya convencionales en exceso y la creación de una
escultura nueva. Aquí, Julio Antonio junto a
Victorio Macho, Juan Bautista Adsuara, Mateo Hernández, Juan Cristóbal,
Francisco Pérez Mateo, Emiliano Barral y, con rasgos singulares, Daniel
González. Todos ellos cuentan con una fuerte presencia social y cultural y convierten
la tensión de aquella dialéctica en uno de los factores, sino en el principal,
de su estilo. No es un grupo que
ofrezca límites precisos, tampoco homogeneidad y si bien suele ligarse a la
evolución de la “escultura castellana” no todos son castellanos, no lo es Julio
Antonio, un artista catalán que se mueve en la órbita del “Noucentisme” con una
influencia decisiva sobre el resto de estos artistas.
Óleo de Benjamín Palencia, 1920, expuesto en la Exposición de Artistas Ibéricos de Madrid
Alberto Sánchez
Catálogo de la Exposición de Artistas Ibéricos
Alberto Sánchez
Catálogo de la Exposición de Artistas Ibéricos
No hay comentarios:
Publicar un comentario